Empezamos este viaje con una recomendación, subir a la Torre dos Clérigos, y desde allá arriba contemplar la ciudad de Porto con todos sus tejados disputándose las vistas al Duero. Este era el "faro" para todos los barcos que remontaban el río llenos de mercancías durante siglos.
Hemos venido hasta esta Praça da Cordoaria con el viejo tranvía 22 , imprescindible dar una vuelta y coger el puso a la ciudad a la velocidad de antaño. Los mismos aires nostálgicos que nos hablan de otra manera de entender la vida.
Como el deleite que nos ofrece curiosear entre los libros de la cercana Librería Lello & Irmao (Rua das Carmelitas) una maravilla neo gótica de finales del XIX. Dicen de ella que es una de las más bellas del mundo y no tengo duda. Escenario de algunas películas, entrar aquí es como ir a Tiffany´s a desayunar cruasanes. Pero dentro las joyas tienen páginas y huelen a papel. Obligatoria la foto en la escalera aunque haya que esperar turno.
Aunque sea verano en Oporto hay que dormir con un fino edredón, un gustazo levantarse así sabiendo además que te espera desayunar en el Café Majestic. Todas las ciudades tienen un café: Lisboa tiene su A Brasileira, y Porto , éste, un local novecentista repleto de maderas y espejos, dónde el té servido en fina porcelana está exquisito (por cierto esta palabra en portugués significa extraño, raro, así que cuidado).
Estamos en la Rua Santa Catarina y seguimos adelante para parar en la Capilla de las Almas. Es nuestra primera experiencia con los azulejos portuenses que vamos encontrando por toda la ciudad.
En la preciosa estación de San Bento 20.000 piezas de la década de 1930 nos cuentan parte de la historia, también son imprescindibles los de la iglesia del Carmo y la Iglesia de san Ildefonso.Pero azulejos encontramos en muchos otros edificios. Los emigrantes portugueses que volvían con dinerito fresco de Brasil lo invirtieron en viviendas forradas de azulejos.
Hay un antiguo dicho que reza " Coimbra canta, Braga reza, Lisboa presume y Oporto trabaja", y algo de verdad tiene, porque Oporto , ha sido cuna de mercaderes, de bodegueros, de emigrantes en busca de fortuna, ... y todo eso se respira en la ciudad.
Desde el Mercado de Bolhao, donde el aire decadente se mezcla con el ir y venir de las mercancías, hasta el espectacular Palacio de la Bolsa (no dejar de hacer la visita guiada) , o los tradicionales comercios que conservan todavía hoy los escaparates y carteles de la época.
La Casa Oriental, la Confeitaria do Bolhao, o alguna pequeña tienda donde hoy es posible encontrar alambiques y tapones de corcho. Hay un montón de preciosas pastelerías. Atención a los rellenos de crema con almendra.
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