Llegamos a Bari , la segunda sorpresa del viaje. Sólo el ambiente de las calles y plazas del casco viejo te confirman que estamos en el auténtico sur italiano. Aquí la gente hace de la calle su casa.
Puertas abiertas con leves cortinas para resguardar la intimidad, pequeños altares en cada esquina, vecinas hablando de balcón a balcón, y hasta la cesta que sube y baja por la fachada para ahorrarse un buen tramo de escaleras. ¿os suena? Seguro. Pero tal vez de otra época.
Supongo que de este auténtico sabor algo de culpa tienen de todos los que han pasado por aquí: Bari
fue dominada por los griegos, los romanos, los ostrogodos, los bizantinos, los lombardos, los sarracenos, los normandos, los aragoneses, los milaneses y los españoles. Cruce de culturas para la capital de La Apulia.
Supongo que de este auténtico sabor algo de culpa tienen de todos los que han pasado por aquí: Bari
fue dominada por los griegos, los romanos, los ostrogodos, los bizantinos, los lombardos, los sarracenos, los normandos, los aragoneses, los milaneses y los españoles. Cruce de culturas para la capital de La Apulia.
Llegamos a la basílica de San Nicolás, verdadero punto de peregrinación de católicos y ortodoxos. Vemos muchos rusos, en una ciudad donde me sorprende ver muy poco turismo.
Interesante es la cripta románica donde descansa el que se convertiría por arte del laicismo, la leyenda y vete tú a saber que más, en Santa Klaus. Y más interesante todavía la catedral y las excavaciones de la basílica paleo-cristiana que hay debajo. Tampoco hay que perderse el Castillo, una impresionante fortaleza de altos muros.