Me gustan las películas de Richard Curtis. Para mi es uno de esos directores/guionistas de culto, de los que vas a ver a ciegas sus películas, porque sabes que no te van a decepcionar. Al contrario, voy al cine segura de que voy a llorar y a reír.
En sus películas, tanto de guionista como de director, tiene personajes inolvidables. Recordar los guiones de las comedias románticas Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill y El diario de Birdget Jones, y ya como director películas de éxito mundial como Love Actually, seguida por una carta de amor a la música pop de los sesenta, Radio encubierta.
Todas ellas tienen la marca de la casa. Es casi imposible no dejarse llevar por ellas. Películas todas, donde la amistad y el amor son la piedra filosofal de toda la trama. Te hacen reír, te hacen llorar , y también te hacen pensar.
Una cuestión de tiempo te hace reflexionar sobre lo extraordinario de la rutina, quiero decir, sobre cómo podemos sacar del día a día la parte extraordinaria que esconde ese trocito de vida. Cuántas veces oímos de boca de los mayores aquello de que no apreciamos lo que tenemos, pues eso es lo que nos cuenta Curtis en este filme. Pero esta vez el director británico introduce lo que podría ser una licencia, un truco para provocarnos esas reflexiones. Y no es otro que el viaje en el tiempo, pero con unas restricciones particulares, porque nada tiene que ver con las películas de ficción. Este viaje sólo lo pueden hacer los hombres de la familia protagonista, y sólo se puede viajar al pasado más inmediato, el pasado de uno mismo. Y por último hay que pensar bien, porque cualquier decisión que se tome en ese momento tendrá consecuencias para el futuro.
Por cierto, como ese habitual, el reparto es perfecto. Todos están brillantes. Empezando por la pareja protagonista (Domhnall Gleeson, Rachel MacAdams) y por el padre de Tim, un veteraro de las películas de Curtis, el muy aplaudido Bill Nighy, que interpretó a una vieja gloria roquera en Love Actually.
Un rinconcito para los valientes de ánimo, donde encontrar un bálsamo en forma de libro, película, pensamiento o receta. De toda cabe en esta caja de Pandora que sólo se abre para los que tenéis el coraje de soñar.
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