Cuando alguien no es apasionado , se apasiona por casualidad, sin quererlo. Como llega por caminos imprevisibles, lo hace con una fuerza inesperada. Una energía surgida de un aspecto desconocido de su persona. No hay reservas en los actos que nacen de la espontaneidad. Si intuyes que puedes rodar pendiente abajo, te agarras a las rocas, clavas las uñas de las manos, apoyas los pies. Caminas muy despacio. Eres cauto, prudente. Si desconoces la posibilidad de caerte, saltas por los matojos como una cabra salvaje. No experimentas el miedo protector que nos impide convertirnos en improvisados saltimbanquis condenados a la agonía. Ignoraba que amar era despeñarse vida abajo, a favor de la vida del otro. Convertir su gozo en tu gozo; sus tristezas en las propias tristezas.
Pasiones romanas, Maria de la Pau Janer
(Premio Planeta 2005)
Lo bueno de quedarte sin libro que llevarte a la boca es que recurres a los amigos, y éstos te ofrecen novelas por descubrir, que tal vez no llegaríamos a leer si no es porque ellos te han puesto ese libro en tu camino. Eso es lo que me ha pasado con este Pasiones Romanas de la escritora mallorquina de la que ya había leído Lola.
La historia empieza en un aeropuerto. Un hombre decide en el último momento desafiar al destino y emprender una travesía muy diferente, en lugar de subir al avión que debe llevarlo de vuelta a su hogar.
¿Podrá recuperar en Roma a la mujer que dejó marchar años atrás? Ignacio no puede saber cuánto queda en Dana de la pasión que los arrebató y se truncó tan injustamente, pero prefiere correr el riesgo de esta decisión .
Lo mejor de la novela son los personajes que van creciendo en historias casi cruzadas (al estilo cinematográfico de Robert Altman), las reflexiones sobre el amor y el destino, y las pinceladas de una ciudad cautivadora como Roma ( sale hasta el popular Il Pasquino).
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