Manuel Martín Cuenca regresa a la cartelera con Caníbal , un thriller dramático en régimen de co-producción con Rumanía, Francia y Rusia. Valiente, lírica y aterradora. Con sus peros. Pero admirable al fin y al cabo. Caníbal es una muestra más de que aquí se hace buen cine. Arriesgado y técnicamente impecable.
La historia cuenta el transcurrir de la vida de Carlos (Antonio de la Torre), el mejor sastre de Granada. Una persona reservada, educada y elegante. El disfraz perfecto para no levantar sospechas, para no descubrir la piel de un asesino. Un asesino gourmet. Un asesino con la nevera llena de filetes de sus víctimas.
La película es técnicamente impecable, con una fotografía pura que llega a dejarnos en pantalla verdadero lienzos, encuadres como óleos, virgenes desnudas y yacentes, y también exteriores (Sierra Nevada) que juegan a despistar al espectador. En el momento culmen, nunca sabes si llega la tragedia o no.
El inicio brutal nos presenta a un Carlos despiadado y salvaje. Luego nos irá dando a cuentagotas algo de información mientras descubrimos a un Carlos intimo, parco en palabras, parco en sentimientos, parco en detalles. Tal vez aquí se plantea mi única queja de la película. Conocer esa bisagra que hace saltar del Carlos íntimo y reservado, al Carlos lobo despiadado. Conocer cuándo, cómo, y por qué decidió cruzar la línea.
Los dos protagonistas son excelentes. Ya conocemos los trabajos de Antonio de la Torre (Azuloscurocasinegro, Gordos, Balada triste de trompeta) y no es ésta su mejor interpretación para mi gusto, todo y que la borda. Muy acertada la elección de la actriz rumana Olimpia Melinte.
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