El primer pensamiento que te viene evidentemente es el de la guerra de la ex-Yugoslavia, y te cuesta comprender cómo en tan poco tiempo la ciudad se ha recuperado.
Hoy con echar una ojeada desde arriba de las murallas, puedes ver los tejados prácticamente nuevos.
Te haces entonces una idea de como fue el asedio serbio de finales de 1991. Dicen que los proyectiles impactaron en el 68 % de los edificios de la ciudad antigua, agujereando dos de cada tres tejados.
Lo primero que hay que hacer al llegar a Dubrovnik es evidentemente patearte la ciudad y recorrer los 2.000 metros de murallas, con sus torres y bastiones.
Al caer el sol es buena hora para pasear por la espina dorsal de la vieja ciudad, por la Stradun, y ver como los últimos reflejos del sol se derriten sobre el mármol desgastado pero todavía brillante.
En Dubrovnik hay una oferta hostelera impresionante, hoteles , habitaciones de particulares y bares y restaurantes por todos lados. Se nota que turísticamente ahora mismo está en la cresta de la ola. Los precios, también lo confirman. Las konobas son las tabernas, y sirven, eso si, un poco lentos. Recomendar el pescado y también el pulpo, las ostras y los mejillones. Estos últimos muy buenos en un guiso con tomate y vino blanco. Dicen que las aguas de estas bahías concentran los valores óptimos de sales minerales para el cultivo de ostras y mejillones.
Y evidentemente no podemos irnos de Dubrovnik sin hacer alguna de las excursiones que los alrededores ofrecen. Las islas Elafiti (Sipan, Lopud y Kolocep) nos ofrecen aguas transparentes y alguna pequeña playa. Evitar ir en excursiones organizadas, mejor buscar un servicio de lancha rápida particular (que si que los hay, aunque no se anuncian).
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