La última novela de Julian Barnes, merecedora del Man Booker Prize, es una
interesante reflexión sobre la fuerza de nuestros recuerdos, pero también sobre
la percepción que tenemos de los años vividos, no siempre ajustada a la
realidad cuando la contemplamos como adultos. ¿Es nuestra memoria lo bastante
fiable para recordar nuestro pasado, o se nos escapó algo?
El escritor inglés dijo en una entrevista que el
tiempo a veces no fija los recuerdos si no que los disuelve. En esta frase se
resume El sentido de un final.
La novela está narrada en dos tiempos. Cuando
pasan los "hechos" , en la adolescencia y juventud de los cuatro
protagonistas, y unos 40 años después. Tony es el protagonista y el narrador
que cuenta la historia ya jubilado. Sus amigos son Colin, Axel y Adrian, que
se suicidó a los 22 años, recién concluida la carrera en Cambrige.
Compartieron aventuras, primeras chicas, primeros años de universidad, y una
muerte que nunca comprendieron. Es justamente el diario de Adrian, que 40 años
después le llega en herencia a Tony, lo que destapa los "otros
hechos".
El protagonista en la novela se queja de no haber vivido, sino de haberse dejado vivir. Plantearos esa cuestión, sólo de pensarlo da escalofríos. Y por último destacar un final desconcertante, porque la cosas a veces no son lo que parecen.
El protagonista en la novela se queja de no haber vivido, sino de haberse dejado vivir. Plantearos esa cuestión, sólo de pensarlo da escalofríos. Y por último destacar un final desconcertante, porque la cosas a veces no son lo que parecen.
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