Las piedras que intentaban desesperadamente dejar su huella en mi espalda, no lo consiguieron. A pesar de la posición y lo incomodo del lecho, mi cuerpo estaba anestesiado por el instante. Subimos hasta esa loma para ver desde allí el paisaje. Acostados sobre la tierra teníamos encima un pedazo de cielo azul, despejado de nubes por el aire frío que empezaba a dejarse notar. Estábamos en su territorio, en su montaña, en su pequeño universo. Uno al lado del otro hablamos en silencio. Por un momento nosotros éramos parte del cielo. Nos llegaba el olor limpio del tomillo y el olor amargo de la tierra, y hoy después de tanto tiempo me parece estar ahí, en aquel mismo momento.
En la vida hay instantes que pagan toda una vida, momentos que encierran lo más parecido a la felicidad. No logro recordar que pensaba entonces, porque estoy segura que no hay pensamiento posible, que en la cabeza se produce un cortocircuito, y que el cuerpo responde a los estímulos que se van presentando, sin ningún tipo de lógica , simplemente la conexión entre dos almas gemelas produce la suficiente electricidad como para que fluya el momento. El más maravillosa instante. El de la perfección.
Un rinconcito para los valientes de ánimo, donde encontrar un bálsamo en forma de libro, película, pensamiento o receta. De toda cabe en esta caja de Pandora que sólo se abre para los que tenéis el coraje de soñar.
1 comentario :
Te entiendo perfectamente. Este mediodia, como mi madre me trajo al mundo, he tomado el tibio sol de primavera y ha sido una sensación indescriptible...momento sol.
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