Solar, la última novela de Ian McEwan (Expiación, Chesil Beach), tiene uno de esos protagonistas antipáticos y estúpidos..., vamos, en las antípodas de lo que denominaríamos un personaje atractivo para el lector. Pero en el fondo algo hay que te arrastra a saber más de él, tal vez sea el averiguar que va a pasarle al final. Porque Michael Beard es un atajo de sucios vicios dentro de una mente inteligente, de una mente de Nobel.
Para mi, que soy de letras, y que la única combinación que conozco es el gin-tonic, leer este libro me ha supuesto una dificultad añadida. Solar es un libro ambientado en un escenario de facultades de física, de teorías de cuerdas, de fotosíntesis, de fotones, de un sinfín de cosas para mi inexplicables. Con la energía solar de fondo, el autor nos presenta una comedia de enredo con tintes de drama ecológico, con homicidio incluido, y con un inteligente y mordaz alegato del uso de la razón (eso que se supone que manejan mejor todos los que se dedican a las ciencias). La novela tiene ritmo, lo que se agradece pues son 350 páginas, tiene pasajes verdaderamente divertidos (el viaje al Polo Norte) y está escrita con una prosa fresca y dinámica.
La novela, que no lo he dicho, cuenta la historia de un Nobel de Física, que en su declive profesional y emocional, se dedica a dar conferencias y a asesorar empresas, mientras engaña a su quinta esposa e intenta pegar el pelotazo con una patente relacionada con la energía solar, que por cierto a robado a un estudiante, que a su vez se ha liado con su esposa. Miga tiene, ¿no?
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