- Alberto, hazme un strip-tease.
Intentó que la voz le saliese dulce y a la vez perversa, pero la risa se le escapaba entre los dientes.
- Venga, hazme un strip-tease.
Alberto se le acercó contoneándose como un maniquí perdido en hora punta de la M-30. Se le notaba patoso pero voluntarioso. Habia decidido no contestar con palabras a la provocación de Sonia, simplemente seguir el juego y acceder a su deseo.
Sin dejar de sonreír pulsó el play en el DVD, sonaba “While the city sleeps” de George Benson. Con las primeras notas se apoyó en el brazo de la chaise longue y de dos golpes de talón se quedó descalzo. El juego acababa de comenzar. Sonia le jaleaba dando palmas y susurrando un inglés oxidado de academia. A continuación fue bajándose los pantalones, se deshizo de ellos con un lanzamiento profesional y se agarró al acero de la lámpara de pie. Como un show boy entrelazó una pierna alrededor, pero el vello se le enganchó en una junta y el grito de dolor rompió la sensualidad del momento. Empezaron a reír, mientras Alberto intentaba continuar su espectáculo. Se quitó la camisa después de acercarse a Sonia para que le descordara uno a uno los botones, y la dejó medio doblada en el respaldo de una silla. Se dio la vuelta sin dejar de bailar y se quedó enfrente de Sonia esperando una señal.
-Ahora solo falta que te quites la vergüenza, le dijo ella.
Y entonces Alberto se le acercó y le susurró un inesperado “Te quiero”. Jamás se lo había dicho antes.
Un rinconcito para los valientes de ánimo, donde encontrar un bálsamo en forma de libro, película, pensamiento o receta. De toda cabe en esta caja de Pandora que sólo se abre para los que tenéis el coraje de soñar.
1 comentario :
Ese Alberto esta claro que no es ningun metrosesuà.
Mira que hacer un numerito con toda la pelambrera,mujer,al menos lo podias poner rasurado, en este momento me imagino que hasta los calazonzillos los tendra rozados.
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