Entramos a las siete de la mañana al parque nacional Etosha, que para hacerse una idea es de grande como todo Galicia. Empezamos la jornada con un game drive y vemos por fin elefantes y jirafas. Es una gozada descubrirlos entre el paisaje, o verlos acudir a beber a los waterhole ( pequeñas lagunas o pozas de agua).
Beben respetando una jerarquía. Si hay oryxs, los kudus se esperan, y las cebras igual, sólo las gacelas tienen bula en estos abrevaderos. Durante los dos días que estamos aquí vemos muchas impalas de cara negra, las llaman McDonalds porque son “comida fácil” para los depredadores, y llevan pintada con rayas negras una M en el trasero. También hemos visto leones copulando, es una flipada, lo hacen muy rápido, peor muchas veces a lo largo del día. También hemos visto centenares de flamencos en el agua. El rinoceronte se nos resiste.
Por la tarde nos vamos de nuevo de game drive. Vemos una manada de jirafas. Alguna está bebiendo, dicen que es difícil verlas así. Las jirafas, como las zebras, acumulan en el cuerpo mucha agua y beben poco, y cuando lo hacen tienen que agachar mucho el cuello y separar las patas. Nos cuenta Gorka que se dislocan una vértebra para poder hacerlo.
De vuelta vamos a un waterhole a ver la puesta de sol. Una Lager Tafel en la mano y Marisa Monte en los oidos, y delante de mi un sol rojo diluyéndose tras las ramas grises de una acacia. Lo sé . Lo sé. Soy una privilegiada.
Nuestra despedida de Etosha se ha convertido en un día triste. Anoche mientras cenabamos entraron a robar en uno de nuestros bungalows. Rompieron la ventana y se llevaron la bolsa de viaje de Consuelo y una mochila pequeña con los prismáticos y la cámara de Espe, pero lo peor es que ahí estaba el pasaporte. Quedarse sin pasaporte en un país fuera de Europa es complicado, no sabemos que va a pasar, pero seguramente aquí se acaba el viaje para ella. Hoy mientras nosotros partimos hacia el delta del Okavango, Espe y Consuelo (un gesto noble por su parte el acompañarla) retroceden 800 kilometros para ir a la capital de Namibia, Windhoek, a tramitar todo el papeleo en la Embajada española. Todos confiamos en que todavía aparezca, o al menos en que se lo tramiten rápido para poder coger el avión de vuelta el domingo que viene.
Sólo hace dos semanas que nos conocemos todo el grupo, pero congeniamos desde el primer día, y hoy sentimos que se nos ha estropeado un poco el viaje. Espe es de Cuenca, y Consuelo de Valladolid, junto con el resto formamos un grupo de lo más geográficamente dispar. Xavi es de Terrasa, Nuria y Marta de Barcelona, Eloi de Tarragona, Marta de Castellón, Cristina de Altea, Diana y Juan de A Coruña ( vecinos y veterinarios y no se conocian), Venancio de León, Laura de Alava, y Mari Angeles , Rubén y Bea de Madrid. Todos tenemos en común que ya es nuestra segunda, tercera o cuarta vez en este continente. Estamos enfermos del llamado “mal de Africa”, como en su día lo estuvieron Livingstone, Stanley, Burton, la baronesa karen Blixen. Somos adictos a este continente. Lo llevamos en la sangre, e incluso hay quien ya lo lleva hasta en la piel (el precioso tattoo de un baobab de Rubén en su pierna).
También muchos de nosotros no es la primera vez que viajamos con Kananga. Esperamos que se comporten correctamente con Espe y la ayuden en todo, ellos saben que la reputación de la agencia es cosa de los viajeros principalmente y aquí Internet funciona rápido.
PD : Espe , dos días y dos mil kilómetros después tiene pasaporte provisional y vuelve a unirse , junto con Consuelo, al viaje.
Un rinconcito para los valientes de ánimo, donde encontrar un bálsamo en forma de libro, película, pensamiento o receta. De toda cabe en esta caja de Pandora que sólo se abre para los que tenéis el coraje de soñar.
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