Pero lo peor es que no espabilamos. Y nos vuelve a pasar. !Cómo somos!. A veces pienso que ni con agua fría. Yo no sé si es falta de maldad, demasiada inocencia, o es que somos tontos si me apuras.
Y es en esos momentos cuando necesitamos el bofetón revulsivo. No el físico. No haré apología de la violencia. Hablo de ese bofetón imaginario y didáctico, esa reacción profunda y rápida como un vómito. Ese click en la cabeza que te espolea a galopar por un nuevo camino. Ese "Espabílate, mi amor", que te sale de muy adentro, de las mismas vísceras, y no del corazón.
El bofetón revulsivo es como ese Red Bull que te da alas. Como ese amigo que te coge de los hombros y te zarandea para que entres en razón. Lo bueno de que el sopapo purificador sea imaginario es que no queda señal de los dedos en la mejilla, y automáticamente la vida se empieza a ver más clara. Los mitos se derrumban, y lo que hasta ahora estaba colocadito en el altar, cae por su propio peso. Sólo queda barrer y abrir la ventana.
1 comentario :
¿En que jardín te has metido ahora?.
¿Te has cruzado con Spiderman?
Muaaaaaa con xocolat.
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