Os hablo del sacrificio y la superación. Os hablo de las batallas particulares que día día merman nuestras fuerzas, ... pero después nos hacen saludar desde lo más alto del podio doméstico, con esa sonrisa de satisfacción que nos da la vuelta a la cara. Somos guerreros de andar por casa.
Muchas veces, cuando tenia que salir del trabajo al mediodía, con el sandwich en la mano para comer por el camino, y llegar a las 15.30 a clase de inglés, me preguntaba para qué tanto esfuerzo. Y otras muchas, ante el reto de empezar algo nuevo que requiere fuerzas de ánimo, atención, tiempo e incluso dinero, nos hemos echado atrás, ante las expectativas del fracaso.
Tirar hacia adelante con proyectos nuevos (ya sea un idioma, una nueva carrera, una tarea de bricolaje, algún trabajo incomodo y pendiente ...) requiere sacrificio, compromiso y constancia. Y hoy en día vamos muy cortos de estas virtudes. Y no nos paramos a pensar que el tiempo pasa, que lo que no hagamos hoy, no lo haremos probablemente nunca. Que el mañana es un adverbio de tiempo inventado ex profeso para empezar la frase "Mañana será tarde". Que no tenemos vocación de triunfadores porque la de perdedores queda más poética y más reivindicativa.
Pero la verdad es que cuando ganamos, cuando lo conseguimos, cuando obtenemos el premio, la sensación de triunfo no tiene precio ni comparación. La complacencia particular y propia de obtener el éxito buscado es una satisfacción difícil de describir.
A mi me quedan muchas batallas por delante. Espero salir coronada con laureles. ¿Y vosotros?
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