24 marzo 2014

Qué leer: Benjamin Prado, Ajuste de cuentas

Ajuste de cuentas, Ed. Alfaguara
Vamos a empezar la semana con un libro, con el que me acabo de leer. No había leído nada de Benjamin Prado y me he estrenado con Ajuste de cuentas. Dicen que es la mas floja de un trío de novelas que empezó con Mala gente que camina en 2006 y Operación Gladio en 2011. Lo que me alegra, ya que si ésta me ha parecido buena, me esperan las otras dos.

La verdad es que te asomas a la lectura de este libro y parece que entras en la realidad cotidiana de este país, es como asomarte a un telediario escrito en páginas en blanco. Entras de lleno en la España del pelotazo y el ladrillo (de aquellos polvos, estos lodos) y comienzan a desfilar banqueros y constructores .Por tanto es un retrato fiel de una época de esta España de hoy. Y evidentemente reconocemos e identificamos personajes paralelos de entonces. Los Roca, los Mario Conde, los Pocero, los Blesa....

El protagonista es Juan Urbano, profesor de Instituto y escritor en paro, a la espera que le mendiguen una colaboración en algún diario, cuando de repente es elegido para escribir una novela : la vida del acaudalado empresario Martín Duque, icono del nuevo millonario hecho a sí mismo, turista de paraísos fiscales, caído en desgracia posteriormente por delitos propios e intrigas ajenas. ¿A alguien le suena esto a algo?

¿Que hará Juan? La hipoteca y la falta de trabajo en un lado de la balanza, en el otro, su moral. El dinero o la indigencia. ¿Un libro de encargo y al dictado, o una investigación para saber la verdad?

Lo que más me ha gustado es el estilo de Benjamin Prado. Directo y ágil, pero a la vez trabajado, con citas literarias, frases trabajadas, aforismos.... Os dejo unos ejemplos para hacer boca.

Lo que estaba ocurriendo parecía una historia que hubiese empezado Dickens y fuera a acabar Kafka, es decir, que era muy triste y que no iba a tener un final feliz.
El cuello es una zona que no admite medias tintas, es el lugar de las joyas caras, los besos apasionados y las sogas de suicida, y el suyo era frágil, aristocrático.
Me repetí que esa mujer no me convenía, pero también que eso no importaba: los deseos no se eligen, nos toman al asalto.
Lo cargos de conciencia para quien se los pueda costear.
Se hizo un silencio incómodo que a los dos nos interesaba: a él , porque le servia de levadura, para hacer que aumentase el volumen de sus últimas palabras,...

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