26 septiembre 2019

Moscú : de los Románov a la matrioska de Putin


Llego a Moscú con la idea de que me va a sorprender, pero me va a gustar menos que San Petesburgo. Craso error. Después de 4 días en la capital del país más grande del mundo quedo fascinada. 


No sé si por la historia que respira en muchos rincones la ciudad, si  por la increíble  limpieza de sus calles, si por la eficacia de su metro, por la atracción de la iluminación en la noche moscovita ( pasear por el Nuevo Arbat o por los bulevares) , o por la cantidad de teatros que encuentras a cada paso. En fin, me sorprende todo y me gusta.


Aquí es fácil ver a mujeres  increíblemente guapas sacadas de la portada de una revista, y campesinas llegadas a la ciudad con sus mejores ropas ,y nada, absolutamente nada,  desentona. Pero lo que es cierto es que es una ciudad para ricos, se ve en el parque automovilístico. Mercedes, Jaguar , Porche y Audi son más comunes que los utilitarios de gama media. Y es que el pueblo trabajador va en metro. Tiene 9 millones de usuarios al día. Y que metro ! , auténticas preciosidades dejó Stalin es ese palacio subterráneo. Doce estaciones de la linea circular son las más antiguas e impresionantes. 

La ciudad tiene un mirador en la parte alta donde puedes ver las dimensiones que tiene para hacerte una idea. Avenidas de 10 o 12 carriles, edificios gigantescos, zonas verdes, estadios deportivos....

Es una ciudad donde es fácil orientarte a pesar de los carteles en cirílico porque tiene una estructura en 4 anillos. El punto origen de la ciudad es el Kremlin , desde este punto  se puede ir descubriendo la ciudad por el primer anillo , el de los bulevares, para ir descubriendo auténticos tesoros. 

Pero empezamos por la Plaza Roja. un espacio inmenso donde comulga el capitalismo de los lujosos almacenes GUM, con la devoción por la momia del revolucionario patrio, el Mausoleo de Lenin, y cerca de allí, otra devoción, la " fotografica " a la colorida y casi de cuento, catedral de San Basilio.  Cuenta la leyenda que Iván el terrible le preguntó al arquitecto si seria capaz de repetir una obra semejante. Ante la afirmativa respuesta de éste, el zar ordenó que lo dejaran ciego para que jamás pudiera construir algo tan bello. 



Nos acercamos a orillas del río Moscova para visitar primero la Catedral de Cristo el Salvador, la más grande de Moscú. Aquí todo es de dimensiones impresionantes.
Diseminadas por la ciudad también encontramos las Siete Hermanas de Stalin. 




Stalin construyó en sólo diez años siete rascacielos para demostrar al mundo que ellos también sabían edificar en las alturas. Uno de ellos es la Universidad Estatal de Moscú. 

Junto con los edificios  espectaculares y modernos de la city financiera, las Siete Hermanas ( entre 130 y 200 metros ) dibujan el skyline moscovita. 




Toca visitar el Kremlin, imponente fortaleza rojiza que alberga en su interior el origen de la ciudad. Allí está el palacios presidencial ( donde curra Putin) y cuatro catedrales ortodoxas coronadas con brillantes  cúpulas doradas. 

A estas alturas del post probaremos el vodka ( exhalar por la boca antes de beberlo) imprescindible para soportar el frío moscovitaNa zdoróvie !  Y como dicen que no se puede beber sin comer. Vamos a ver que nos depara la gastronomía del país. El alimento presente en todos los sitios es el pan de centeno y la sopa.  
La omnipresente sopa que comen a diario es la Borsch (remolacha con carne) a la que ponen un cucharón de  
crema agria (smetana). Muy buena.

También encuentras en muchos sitios la ensalada Olivier, ( lleva el nombre del chef francés que la popularizó en Rusia y que es parecida a nuestra ensaladilla rusa, pero la verdad la versión nuestra es mucho mejor. También comen una especie de hamburguesa sin pan que puede ser de pescado o carne, se llaman coteletas. pero más conocido es la carne a la stroganoff. Son trocitos de ternera, acompañado de setas, cebolla y una fuerte salsa agria.

Y no podemos dejar de probar el Kvas, una bebida de trigo y centeno fermentada parecida a una cerveza pero sin alcohol, tiene como un sabor a cerveza pero mucho más "botánica".

No queríamos irnos de Moscú sin ir al teatro. El Bolshói tiene precios desorbitados , así que fuimos al Ballet del Kremlin, que es la segunda compañía de ballet de la ciudad y está dentro del Kremlin. No soy muy de ballet , pero por nada del mundo me hubiera pedido este espectáculo. 

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