Ahí están todos. Como si nada hubiera pasado en los últimos 4 años. Vienen a pedir el voto, cuando lo que deberían hacer es pedir perdón.
Dicen que son las elecciones de los indecisos. Que uno de cada 5 votantes no sabe todavía a quien votar. No me lo creo. Quiero pensar que al menos saben a quien no han de votar. Hablamos del votante last minute, aquel que casi, en esa obsoleta jornada de reflexión, dedicará unos minutos a ver que papeleta mete en el sobre. Quiero pensar también, que no lo tienen claro por el aluvión de opciones que se le abren delante (no estamos acostumbrados), y no, por no saber qué es lo que les conviene.
Sólo estamos a 5 días de las elecciones más peleadas desde la Transición. Y no recuerdo una efervescencia electoral como la que ahora vivimos. Ya casi no se oyen coches con altavoces tronando la canción de turno de los grandes partidos, ni apenas se pegan carteles, pero los medios de comunicación y las redes sociales nos escupen diariamente fragmentos de discursos orgásmicos. Sólo hay que echar la mirada atrás para bajar la libido y recapacitar en ese last minute.
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