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Humor negro en una singular comedia que no creo que deje a nadie indiferente, como se suele decir. Es la puesta de largo en la pantalla grande del dramaturgo británico Martin McDonagh.
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Escrita y dirigida por él, esta cinta es una propuesta arriesgada y a la vez sorprendente. A medio camino entre el thriller y la comedia negra el film nos cuenta las desventuras de dos asesinos a sueldo (Colin Farell y Brendan Gleeson) que son enviados por su jefe (Ralph Fiennes), a descansar a la medieval Brujas tras un trabajo complicado, que acabó con trágicas consecuencias.
Lo mejor es sin duda la construcción de dos personajes tan carismáticos como los dos matones a sueldo. Un Colin Farell nervioso, torpe y paleto, un un Brendan Gleeson humano , y un Fiennes remalo y reguapo. El cuarto personaje seria la ciudad medieval y preciosa de Brujas, donde se esconden. Sobre ella se hacen muchos de los chistes de la película. Pero el autor también se ríe de irlandeses o norteamericanos. Chistes y diálogos afilados que son la respuesta a los dilemas morales de los personajes. Unos asesinos con un código de honor muy particular, que implican al espectador en sus decisiones.
Lo peor seria que la historia tarda en arrancar. La peli también tiene un punto surrealista. Incluso un guiño al cine de David Lynch, con enano incluido.
Por cierto, apetece verla tomándose una de esas cervezas belgas que salen todo el rato en la pantalla.